Ciertas personas adquieren una residencia principal para estar a salvo en tiempos difíciles. Dicha adquisición puede ser equiparada a una actitud de prudencia y de sentido común. Quien compra oro puede hacerlo para su posterior especulación, o también para el placer de utilizarlo para engastar joyas.
La escasez del diamante de alta calidad :
Para producir un 3 quilates D, IF, Fluorescencia: Nula, se deben extraer hasta varias decenas de miles de toneladas de mineral.
La demanda supera la oferta, desde algunos años, debido, :
por una parte, al agotamiento, a lo largo de los años, de ciertas minas;
y, por otra parte, al desarollo económico de los paises emergentes (Brasil, China, India, Rusia) que los mueve a convertirse en grandes solicitantes de diamantes, al igual que los paises desarollados, como el Japón, los Estados Unidos y el Canadá.
La adquisición de diamantes para ofrecerlos a sus familiares también sirve para su transmisión de generación en generación.
Una gran sencillez : Quien posee un diamante puede conservarlo en casa, o en una caja de seguridad en el banco, de forma segura y sencilla.
Por su tamaño reducido y su ligereza, el diamante permite una innegable movilidad, ue lo diferencia perfectamente de un bien mueble o inmueble.
Por unanimidad, los paises del mundo entero valoran mucho los diamantes de alta calidad y los diamantes de excepción.
Además, los consumidores internacionales muchas veces simplemente compran diamantes por su belleza y para ofrecerlos a sus familiares. Siendo un vector de emociones excepcionales, el diamante adquiere entonces un valor sentimental.
El deseo de tener un diamante provoca una compra por placer, un placer que perdura en el tiempo, ya que, gracias a su extraordinaria dureza ( dureza = 10 en la escala de Mohs), el diamante es eterno.
El prestigioso y famoso “Kohinoor”, diamante de tipo II A, ha marcado para siempre la historia de la corona de su Majestad la Reina Isabel II.